martes, 4 de septiembre de 2007

Charles Sanders Pierce

Charles Sanders Peirce nació en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos de América (10 de septiembre de 1839 - 19 de abril de 1914) y fue un filósofo, lógico y científico estadounidense. Está considerado el fundador del pragmatismo y padre de la semiótica moderna.







Biografía

Hijo de Sarah y Benjamin Peirce, profesor de astronomía y matemáticas en Harvard, aunque se graduó en química en la Universidad de Harvard, nunca logró tener una posición académica permanente a causa de su difícil personalidad (tal vez maniaco-depresiva), y del escándalo que rodeó a su segundo matrimonio después de divorciarse de su primera mujer, Melusina Fay. Desarrolló su carrera profesional como científico en la United States Coast Survey (1859-1891), trabajando especialmente en astronomía, en geodesia y en medidas pendulares. Desde 1879 hasta 1884 fue profesor de lógica a tiempo parcial en la Universidad Johns Hopkins. Tras retirarse en 1888, se estableció con su segunda mujer, Juliette Froissy, en Milford, donde murió de cáncer después de 26 años de escritura intensa y prolífica. No tuvo hijos.

Obra y valoración crítica

Peirce publicó dos libros, Photometric Researches (1878) y Studies in Logic (1883), y un gran número de artículos en revistas de diferentes áreas. Sus manuscritos, una gran parte de ellos sin publicar, ocupan cerca de 100.000 páginas. Entre 1931 y 1958 se ordenó temáticamente una selección de sus escritos y se publicó en ocho volúmenes con el nombre de Collected Papers of Charles Sanders Peirce. Desde 1982, se han publicado además algunos volúmenes de A Chronological Edition, que aspira a alcanzar treinta volúmenes.

William James reconoció a Charles Peirce como fundador del pragmatismo. Su pragmatismo puede entenderse como un método de resolver confusiones conceptuales relacionando el significado de los conceptos con las consecuencias prácticas. Sin ninguna duda, esta teoría no guarda ninguna semejanza con la noción vulgar de pragmatismo, que connota una búsqueda implacable del beneficio así como la conveniencia política.

Peirce es también considerado como el padre de la semiótica moderna: la ciencia de los signos. Más aún, su trabajo —a menudo pionero— fue relevante para muchas áreas del conocimiento, tales como astronomía, metrología, geodesia, matemáticas, lógica, filosofía, teoría e historia de la ciencia, semiótica, lingüística, econometría y psicología. Cada vez más, ha llegado a ser objeto de abundantes elogios. Popper lo ve como “uno de los filósofos más grandes de todos los tiempos”. Por lo tanto, no es sorprendente que su trabajo y sus ideas acerca de muchas cuestiones hayan sido objeto de renovado interés, no sólo por sus inteligentes anticipaciones a los desarrollos científicos, sino sobre todo porque muestra efectivamente cómo volver a asumir la responsabilidad filosófica de la que abdicó gran parte de la filosofía del siglo XX.

Sin embargo, Charles S. Peirce no debería ser considerado principalmente como filósofo o como lógico, sino como científico, tanto por su formación como por su carrera profesional. Sus informes a la Coast Survey son un testimonio notable de su experiencia personal en el duro trabajo de medir y obtener evidencias empíricas. Una mirada a esos informes oficiales o a sus Photometric Researches producidos en los años 1872-1875 proporciona una vívida impresión de trabajo científico sólido. Como escribió Max Fisch, «Peirce no era meramente un filósofo o un lógico que ha estudiado cuestiones científicas. Era un científico profesional con todo derecho, que llevó a su trabajo las preocupaciones del filósofo y del lógico».

Aunque Peirce era de alguna forma un filósofo sistemático en el sentido tradicional de la palabra, su obra aborda los problemas modernos de la ciencia, la verdad y el conocimiento, comenzando por su propia y valiosa experiencia personal como lógico y científico experimental que trabajaba dentro de una comunidad internacional de científicos y pensadores. Aunque realizó importantes contribuciones a la lógica deductiva, Peirce estaba principalmnte interesado en la lógica de la ciencia y, más especialmente, en lo que llamó abducción (como complemento a los procesos de deducción e inducción), que es el proceso por el que se genera una hipótesis, de forma que puedan explicarse los hechos sorprendentes. En efecto, Peirce consideró que la abducción estaba en el corazón no sólo de la investigación científica sino de todas las actividades humanas ordinarias.

La principal dificultad en el estudio de Peirce es probablemente el aire de provincianismo estadounidense que todavía se cierne alrededor del pragmatismo. Una segunda dificultad, de no menor importancia, es que la interpretación del pensamiento de Peirce ha provocado durante años un amplio desacuerdo entre los estudiosos peirceanos, debido en parte a la presentación fragmentaria y caótica de su obra en los Collected Papers y en parte a su ir contracorriente. El hecho es que Peirce no es un filósofo fácil de clasificar: algunos lo consideraron un pensador sistemático, pero con cuatro sistemas sucesivos (Murphey, 1961), otros lo vieron como un pensador contradictorio (Goudge, 1950), o como un metafísico especulativo de tipo idealista (Esposito, 1980). Sin embargo, en años más recientes ha comenzado a ganar aceptación general una comprensión más profunda de la naturaleza arquitectónica de su pensamiento y de su evolución desde sus primeros escritos en 1865 hasta su muerte en 1914. En la última década todos los estudiosos peirceanos han reconocido claramente la coherencia básica y la sistematización innegable del pensamiento de Peirce.

Tesis de Peirce sobre el signo

Las nociones clave son las de objeto e interpretante. El primero corresponde a un referente ambiental o social, cosa o hecho que se da en el mundo y que puede ser percibida por un organismo, animal o humano, o puede ser pensada por él. El segundo constituye una contribución fundamental de Peirce, y está ligado a la máxima pragmática.

En la práctica, y particularmente en la semiótica de la comunicación, el interpretante puede verse como el efecto o consecuencia del signo, es decir, de la acción o emisión comunicativa, lo que equivale a centrarlo en un cambio o respuesta mental que, para el observador humano, se manifestará como cambio o respuesta conductual. Así, en la esgrima el interpretante de una estocada a fondo sería la parada del contrincante.

El triángulo semiótico arriba mencionado se descompone en dos vertientes de significado: en el componente semántico-referencial (cuando el representamen remite a su objeto) y en el componente pragmático-funcional (cuando el representamen remite al interpretante).

Si este triángulo se proyecta sobre una secuencia de interacciones entre dos individuos (como un diálogo), se transformará en una tríada lineal en la que los elementos del signo se suceden en el tiempo (objeto - representamen - interpretante) y donde, por consiguiente, el objeto se puede tomar como un contexto antecedente del representamen, mientras que el interpretante nos puede servir como contexto consecuente del mismo. En resumen, la superposición de estas tríadas a una cadena de interacciones nos dará las claves del significado, a partir de sus antecedentes (significado referencial) y de sus consecuentes (significado funcional). En este sentido, el esquema peirceano puede verse como núcleo bien de una semiótica, bien de una lógica de la acción concebible o efectiva.

Para Peirce, la extensión del signo es ilimitada (un libro entero es para él un signo). Es fundamental, además, su idea de que un signo puede ser empleado para mentir, lo que implica que no debe ser explicado necesariamente por medio de una referencia a la cosa, al objeto a que corresponde. Para explicarlo, habrá que recurrir entonces a otro signo, a otro interpretante que, a su vez, se convierte en un signo que pide otro interpretante, y así sucesivamente. La relación de todo signo con otro signo cualquiera constituye para Peirce el proceso de semiosis ilimitada.

La diferencia entre estas tres variedades de signos es solo una diferencia de lugar dentro de una jerarquía muy relativa. Es una división que no se basa en la presencia o ausencia absolutas de similitud o contigüidad entre el significante y significado, ni en el hecho de que la conexión habitual entre estos constituyentes pertenezcan al orden de lo real o al orden de lo establecido; se debe simplemente al predominio de uno de esos factores sobre los demás.

En resumen, las tesis de Peirce sobre el signo son las siguientes:

1. Toda representación puede ser el vehículo o el soporte del representamen de una relación semiológica, llamada signo.

2. La relación semiológica, o signo propiamente dicho, debe ser triádica: ha de tener un representamen, un objeto y un interpretante.

3. La significación del signo es la de su objeto.

4. El representamen es un icono cuando representa a su objeto, un indicio cuando además remite a otro objeto, un símbolo cuando además enuncia la ley de aplicación del representamen a su objeto.

5. El interpretante es un signo - no el significante, ni la significación, ni el objeto del signo - que para significar requiere, a su vez, un signo interpretante o una regla o ley de interpretación, un hábito, el interpretante final.

Categorias del interpretante según Jensen

La Semiótica de Jensen no difiere mucho de la propuesta disciplinar de Peirce ya que éste es uno de sus máximos inspiradores teóricos.

Para Jensen, los interpretantes son los signos a través de los que las personas se orientan hacia a, e interaccionan con una realidad de diversas cosas, circunstancias y discursos. Los procesos sígnicos de los Interpretantes se desarrollan en diversas fases de interpretación.

- El Interpretante Inmediato recoge significados potenciales, interpretaciones potenciales (coge el significado estructural de los Mas Media).

- El segundo es el Interpretante Dinámico, que es la decodificación que realiza la audiéncia del discurso masmediático. Es el efecto directo que produce realmente un signo sobre un Interpretante de éste.

- El tercer y último es el Interpretante Final, éste se refiere al efecto que el signo produciría en cualquier mente y le permitiría desarrollar sus efectos completos


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